En mayo de 1808 el pueblo de Madrid se alzó en armas ante la perspectiva de que los últimos miembros de la familia real española fueran trasladados a Francia por orden del emperador Napoleón Bonaparte. Una vorágine de violencia y muerte se desató contra los franceses en la capital y las represalias imperiales fueron igual de cruentas.
Así dio inicio la que luego se dio en llamar “Guerra de la Independencia española”, conflicto que duraría hasta la expulsión de los franceses de la Península Ibérica en 1813 y la posterior invasión del sur de Francia en 1814. Un conflicto que marcaría la historia de España como una grave cicatriz de efectos tremendos a lo largo de los siglos XIX y XX de nuestra historia. Un conflicto que devastaría la Península Ibérica, ocasionaría centenares de miles de muertos, destruiría ciudades, sentaría las bases de los movimientos independentistas en las provincias de América y dividiría a los españoles en dos bandos por mucho tiempo…
Por primera vez este juego recoge en su interior las cuatro dimensiones del conflicto, al no ser solo un juego sobre las operaciones militares, sino un juego estratégico de todo el conflicto. Por un lado el conflicto peninsular tiene una primera dimensión internacional al suponer una invasión de España y Portugal por parte de las tropas imperiales francesas, y por lo tanto el juego refleja la lucha de las tropas regulares e irregulares de ambos países contra el invasor. En un segundo sentido internacional el conflicto implica al aliado tradicional de Portugal, el Reino Unido de la Gran Bretaña, enemigo tradicional de España, que se convierte en aliado de circunstancias dentro del contexto de las Coaliciones que lucharon por toda Europa contra Napoleón. Uno de los motivos que inició la invasión napoleónica fue precisamente cerrar los puertos de Portugal al comercio y flotas británicos, dentro del “Bloqueo Continental” que Napoleón quiso imponer en Europa. Las otras dos dimensiones son internas de España, por un lado la lucha entre patriotas -rebeldes contra el monarca títere de Napoleón, José I Bonaparte- y “afrancesados”, y por otra, dentro del propio bando patriota, el enfrentamiento entre “liberales” -partidarios de reformas que cristalizarían en la famosa Constitución de 1812 de Cádiz- y “absolutistas” contrarios a las reformas, que querían un gobierno que rigiese en ausencia del rey, pero que al volver éste le devolviera íntegros sus poderes.
Como el juego es de motor de cartas y las condiciones de victoria se basan en ganar “los corazones y las mentes” de españoles y portugueses, ha sido muy sencillo integrar todos esos aspectos, como las difíciles relaciones entres británicos y españoles, la lucha guerrillera, los conflictos internos en el bando patriota.., por medio de los eventos de las cartas, que a diferencia de otros juegos de motor de cartas se pueden jugar en adición a usar los puntos que las cartas proporcionan.
Las operaciones militares tienen un papel central en el juego, aderezado por la incertidumbre que ocasiona el ser un juego de bloques, con la consiguiente niebla de guerra que esto proporciona. No obstante, no son la única manera de vencer la lucha por el “alma de la Península”, pues medidas pacificadoras, decretos reales y acciones políticas pueden ser decisivas para la victoria. ¿Tratarán las tropas imperiales mejor a la población civil de lo que lo hicieron históricamente? ¿Conseguirán los liberales promulgar la Constitución de 1812? ¿Ayudarán los británicos a expulsar a los invasores de la Península o reembarcarán y dejarán a su suerte a españoles y portugueses? Todo está por ver.